El arte reviste inconvenientes para ser aceptado en el presente, en el momento que sucede.
Para contrarrestar este concepto emergen el lenguaje personal y la línea virtuosa de los cuatro grandes dibujantes seleccionados para la muestra “Relatos Gráficos”.
La naturaleza supra terrestre de Garnica, con sus grafismos conscientes, pensados, relata el testimonio escrito de un folclore pasado, próximo, o, aún lejano. Sus obras nos proyectan hacia la confluencia de la alternativa desechada y la sucesora de la simbología actual.
Jorge concibe de esta manera, una sutil ingeniería que integra la biología, desde las formas, y lo simbólico, logrando asociar lo experimental a la inmensidad del detalle resultando en una exquisita representación poética.
Contrariamente, los personajes de Perrotta provienen de mundos sin abecedario, donde el artista conjuga cierta violencia social, clavos, armas y rostros enmascarados vociferando angustiosamente. Sus tintas barrocas aparecen como jeroglíficos modernos de culturas precolombinas. Estas partituras sociales de Diego solo parecen poder ser narradas y reflejan la rebelión que se va gestando a partir del trance que sucede al internalizar el estatus habilitante de sus máscaras.Su barroquismo nos transporta a las series “Paisaje urbano” e “Iracundos”, de Waizmann. La primera goza de un sincretismo que, paradójicamente, no conoce de ismos ni clasificaciones. Abstracción, figuración, todo cabe en ese caos citadino sin vacío, donde seres descastados parecen no tener escape, algunos, o lugar, los otros. En síntesis, el material de Matías incomoda la percepción de nosotros mismos, con desafíos que mezclan la sensación de caos y el control.
Jorge concibe de esta manera, una sutil ingeniería que integra la biología, desde las formas, y lo simbólico, logrando asociar lo experimental a la inmensidad del detalle resultando en una exquisita representación poética.
Contrariamente, los personajes de Perrotta provienen de mundos sin abecedario, donde el artista conjuga cierta violencia social, clavos, armas y rostros enmascarados vociferando angustiosamente. Sus tintas barrocas aparecen como jeroglíficos modernos de culturas precolombinas. Estas partituras sociales de Diego solo parecen poder ser narradas y reflejan la rebelión que se va gestando a partir del trance que sucede al internalizar el estatus habilitante de sus máscaras.Su barroquismo nos transporta a las series “Paisaje urbano” e “Iracundos”, de Waizmann. La primera goza de un sincretismo que, paradójicamente, no conoce de ismos ni clasificaciones. Abstracción, figuración, todo cabe en ese caos citadino sin vacío, donde seres descastados parecen no tener escape, algunos, o lugar, los otros. En síntesis, el material de Matías incomoda la percepción de nosotros mismos, con desafíos que mezclan la sensación de caos y el control.
Los iracundos, en cambio, son entidades únicas que nos aportan sus testimonios desde la incomodidad social reinante, consumidos por sus votos de redención.
Así, todos confluyen en los relatos de Pesce. Los enlaces de la naturaleza y la sensualidad no se disimulan en la obra de Ernesto y quedan abarcados en una conjugación que devuelve el sentido más profundo de estos cuerpos, inmersos en una delicada armonía con el medio, el diseño y la composición. Sin afán alguno de eternidad, compenetrados en el presente de lo que es la poesía de la sexualidad, el erotismo. Cada obra es el resultado, casi quirúrgico, de un proceso en el que parece no sobrar ni faltar nada. Con su imaginario íntimo, los 4 logran desoír la hipótesis inicial. El arte gráfico es presente.” Augusto Salazar
Se puede visitar de 14 a 20 hs. en Arce 730, Las Cañitas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.