4 de agosto de 2014

Valería Vilar expone en Schlifka Molilna

Schlifka | Molina Arte Contemporáneo presenta la exposición "El Pájaro del Brujo" de Valeria Vilar, que se puede visitar de lunes a viernes de 13 a 19 hs. hasta el 22 de setiembre, en Gorriti 4829, Buenos Aires, Argentina.
"En un ensayo reciente titulado Blanco -withe- el diseñador japonés Kenya Hara analiza el significado de este color y nos cuenta que el pictograma que lo identifica en chino está inspirado en una calavera. Aparentemente, la imagen del blanco provenía de la vista de cráneos abandonados en el campo, blanqueados por el viento, por la lluvia y por la luz del sol. De huesos decolorados que se imponían como un destello que era, a su vez, rastro de una vida.
Valeria Vilar presenta en su exhibición en Shlifka Molina un panorama similar al descrito por Hara. Aunque partiendo de su interés en el mundo de los cuentos, los mitos, la celebración y la fantasía, la artista ha elaborado mediante una serie de obras esa distancia entre la existencia y su reliquia.
También rastro y rostro, los yesos quebrados de la artista se nos presentan como esas calaveras en la intemperie que dan forma a un paisaje en el que el blanco arrastra su carga fantasmal. Como ante deshechos devueltos por la marea en una noche de luna llena, se nos invita a descubrir en estas formas una forma anterior, a investigarlas como a un hallazgo arqueológico y a entender sensiblemente que el blanco, en su pureza, hace de esa forma, memoria.
Estos objetos que nos dejó Valeria –porque parecen haber sido abandonados para nosotros– son máscaras de máscaras, pieles de pieles, cáscaras que parecen haberse partido para que de ellas nazca aquello que ya no está detrás. Vestigios de un mundo mucho más cercano que aquél del que parecen provenir, ellos hacen de la realidad de la que se desprenden algo lejano e ilusorio. Pero a través suyo, al mismo tiempo, el misterio o fantasía del que dan cuenta parece atestiguar tener su costado físico, cuasi-histórico e incluso mortal. Máscaras infantiles de animales, alas de inflables o un antifaz se han vuelto testimonio de un mundo que ahora se asemeja más a uno de faunos y ninfas, de brujos y encantamientos, que al que encontramos a la vuelta de la esquina, cargando su verdadero origen de preciosa ambigüedad.
Los dibujos que acompañan los yesos y que amplifican, mediante su manufactura pausada y limpia, su cualidad clásica, se vuelven ante este paisaje estudios, procesos de entendimiento y de reconocimiento de esas formas, memoria de esas memorias. Flotando sobre el fondo blanco, ellas vuelven a aparecer desplegándose en el papel como en un sueño en el que comienzan a recuperar lo que pudo haber sido un color perdido. Ya en las pinturas, y acá el otro extremo del recorrido de Vilar, este mundo termina de cobrar total vitalidad. En ellas, Vilar lo despierta como un demiurgo; su trazo ágil devuelve la vida a estas imágenes y a lo que podría ser su entorno mediante el color, el movimiento y la intensidad o levedad de la línea o pincelada. Su energía recupera para este universo velocidad, magia y diferencia –un rasgo ausente en el paisaje de escombros y disfraces perdidos que yacen quietos y mudos exhibiendo una blancura pareja–.
Para Hara, el blanco “no es más que un vestigio, un signo señalando sus orígenes”. Entre sus yesos y sus pinturas, el trabajo de Vilar es testimonio de la búsqueda que comienza con ese señalamiento. Y mientras desanda el misterio, lo carga de vitalidad." Alejandra Aguado, julio 2014.