Esta es la primera exposición panorámica de Sergio Avello en un museo, y recorre su amplia producción artística, desarrollada entre los años 1984 y 2010, momento de su temprano fallecimiento. Con una relevante selección de pinturas, obras lumínicas, objetos, música, documentos de época y registros audiovisuales, la exposición curada por Sofía Dourron -coordinadora de curaduría del Museo de Arte Moderno- comprende el recorrido de Avello como artista, y también da cuenta de un universo mayor del que formó parte: la música, la noche y los amigos que dinamizaron su práctica artística desplegada en fiestas, muestras y recitales.
Óvalos, 1986, marcador sobre papel |
Como explica la curadora en el catálogo que acompaña la exposición, Avello se inscribe en una práctica que asume como propios los materiales y motivos asociados hasta ese momento a lo decorativo.
Sergio Avello nació en Mar del Plata en 1964, y en 1983 llegó a Buenos Aires. Siempre nómade, Avello tuvo el cobijo de amigos y una infinidad de talleres. Sus pertenencias entraban en un pequeño maletín que trasladaba consigo. “El movimiento incesante fue una estrategia de supervivencia que se convirtió en modo de estar en el mundo y forma de trabajo: su obra hizo de los formatos transportables un culto”, sostiene la curadora.
En los ochenta, la práctica de Avello se distinguía de los otros artistas del under, sus gestos mínimos y despojados buscaron evocar una idea de belleza fundada en una percepción despreocupada de la realidad. “Cada obra es un estímulo a los sentidos, parte de una atmósfera liviana que no debe ser confundida con inocencia ni frivolidad. Efectivamente, sus pinturas son un acto de percepción, como mirar el cielo”, afirma Dourron.
Sergio Avello nació en Mar del Plata en 1964, y en 1983 llegó a Buenos Aires. Siempre nómade, Avello tuvo el cobijo de amigos y una infinidad de talleres. Sus pertenencias entraban en un pequeño maletín que trasladaba consigo. “El movimiento incesante fue una estrategia de supervivencia que se convirtió en modo de estar en el mundo y forma de trabajo: su obra hizo de los formatos transportables un culto”, sostiene la curadora.
En los ochenta, la práctica de Avello se distinguía de los otros artistas del under, sus gestos mínimos y despojados buscaron evocar una idea de belleza fundada en una percepción despreocupada de la realidad. “Cada obra es un estímulo a los sentidos, parte de una atmósfera liviana que no debe ser confundida con inocencia ni frivolidad. Efectivamente, sus pinturas son un acto de percepción, como mirar el cielo”, afirma Dourron.
Joven, pulcro y minimalista, Avello se integró, a pesar de las diferencias estéticas, a un espíritu de época que se fundaba en el encuentro con la comunidad cercana y la acción continua. Avello organizaba muestras con sus amigos artistas en espacios institucionales como el Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino de Mar del Plata, pero también en espacios alternativos de la época: Cemento, Garage H y Rainbow.
En marzo de 1989 Avello inauguró su primera exposición individual en la galería de Adriana Rosenberg: Arte Decorativo Argentino.
Las búsquedas pictóricas lo llevaron a mediados de los noventa a explorar otros medios. Avello buscaba siempre lo nuevo, lo último, en la música, en las fiestas y en la vida. A comienzos de la década del noventa creó sus cajas de luz: estructuras compuestas por una caja de madera, un aparato lumínico y una cubierta de color diseñada digitalmente e impresa sobre acrílico. Su vida también incluía su trabajo como montajista, las ambientaciones en discotecas, las fiestas, la noche.
En marzo de 1989 Avello inauguró su primera exposición individual en la galería de Adriana Rosenberg: Arte Decorativo Argentino.
Las búsquedas pictóricas lo llevaron a mediados de los noventa a explorar otros medios. Avello buscaba siempre lo nuevo, lo último, en la música, en las fiestas y en la vida. A comienzos de la década del noventa creó sus cajas de luz: estructuras compuestas por una caja de madera, un aparato lumínico y una cubierta de color diseñada digitalmente e impresa sobre acrílico. Su vida también incluía su trabajo como montajista, las ambientaciones en discotecas, las fiestas, la noche.
Sin título, de la serie “Polecelis”, 2006, óleo sobre cartón entelado |
“Avello es amigo del arte, admirador amoroso de los artistas, esponja de información y de imágenes que absorbe la imagen y la devuelve multiplicada y remixada. Se apropia con humor, como si las obras fueran un chiste interno entre él y Malevich o Polesello”, de este modo la curadora describe algunos de los trabajos de Avello.
A comienzos de los 2000, la abstracción lúdica de Avello se desplazó hacia los símbolos patrios. La crisis que atravesó el país en 2001 resonó en muchos artistas como un llamado a la acción. Avello, como siempre, optó por la vía tangencial: trasladó sus planos de color a las banderas de Argentina y Estados Unidos. La bandera argentina se repite una y otra vez, en cuero, en corderito, en esmalte, en tubos de luz. Sus banderas muestran el singular tono del artista, cuyo compromiso político fue siempre elusivo, aunque nunca indiferente.
Bandera, 2003-2017, tubos de luz y microprocesador. Reconstrucción de la obra presentada en la IV Bienal del Mercosur
La exposición está acompañada por un catálogo con textos de Sofía Dourron, María Moreno y Pablo Schanton, y una selección de obras, documentos y registros fotográficos de muestras, fiestas y ambientaciones que dan cuenta de las múltiples facetas de Avello.
Esta exposición y las otras que actualmente se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, como: "Liliana Maresca: El ojo avizor. Obras 1982 – 1994", Episodios Colección Pirovano III: “El camino de la abstracción. Diálogos sobre arte moderno entre Ignacio Pirovano y Tomás Maldonado” y "Tomás Saraceno: Cómo atrapar el universo en una telaraña" se puede visitar de martes a viernes de 11 a 19 hs. y sábados, domingos y feriados de 11 a 20 hs. en Avenida San Juan 350, Buenos Aires, Argentina. Entrada general: $30. Martes: gratis.