Malba – Fundación Costantini está exhibiendo, hasta el 19 de noviembre, en la sala 5 del 2º piso: "Panamericano. Beatriz Milhazes. Pinturas 1999 - 2012", una selección de cerca de 30 pinturas de la producción reciente de la reconocida artista Beatriz Milhazes (nacida en 1960 en Río de Janeiro, ciudad donde vive y trabaja), además de una intervención escenográfica diseñada especialmente para la galería del segundo piso del museo. Se trata de la primera exposición individual de Milhazes en una institución de América latina -fuera de su país- y está producida íntegramente por Malba.
La artista Beatriz Milhazes y el curador Frédéric Paul |
Curada por el francés Frédéric Paul, la muestra se concentra en los últimos 10 años de taller de la artista y reúne piezas provenientes en su mayoría de colecciones particulares y públicas de Brasil y Estados Unidos, entre las que se incluyen dos obras prestadas por primera vez por el Museo Guggenheim de Nueva York y una del Museu de Arte Moderna de San Pablo. Para el público local será además la ocasión de reubicar en su contexto dos obras importantes de la colección personal de Eduardo F. Costantini: O mágico (2001) y Pierrot e Colombina (2009-10), que abren y cierran esta década notable.
Pierrot e Colombina, 2009 – 2010, óleo y acrílico sobre tela (3 paneles) Colección Eduardo F. Costantini, Buenos Aires |
El título de la exposición, Panamericano, muestra el ir y venir entre el Norte y el Sur, entre el nuevo y el viejo Occidente, problemática que está en el centro de las preocupaciones de Milhazes. Exótica fuera de Brasil, tampoco ha dejado de serlo dentro del país que hoy la reconoce como una de sus mayores artistas.
En 1989, Beatriz Milhazes pone a punto una técnica de prórrogas sucesivas, cercana a la calcomanía, en la que cada motivo y capa de color intervienen de modo separado, para conferirles a los cuadros su estructura, su sintaxis y su vibración particular. “Son trasladados a la tela por collages sucesivos de fragmentos pintados con anterioridad sobre hojas de plástico transparente, que la artista ubica y ensambla con extrema precisión antes de fijarlos definitivamente a la totalidad en expansión que el cuadro representa”, explica el curador. Ese proceso, extremadamente lento y poco visible, resulta de gran ayuda para apreciar su obra. “Es necesario conservar esa lentitud en mente cuando uno está frente a un cuadro de Milhazes”, agrega.
Entre 1999 y 2012, Milhazes multiplica sus experiencias con otros modos de expresión: serigrafías desde 1996, libros de artista desde 2002, collages desde 2003, encargos arquitectónicos desde 2004 y realizaciones tridimensionales desde 2010, tomadas de las escenografías que comenzó a realizar en 1994 para la compañía de danzas de Márcia Milhazes, su hermana.
“Hasta 1996, yo era exclusivamente una pintora, y la pintura permanece en el centro de mi arte; pero no puedo pintar todo el tiempo. Necesito tomarme descansos, aunque nunca me gusta dejar de pintar del todo”, dice ella en una conversación con el músico Arto Lindsay. Para poder aprehender las consecuencias de esa intermitencia, la exposición se concentra justamente en las pinturas.
“Hasta 1996, yo era exclusivamente una pintora, y la pintura permanece en el centro de mi arte; pero no puedo pintar todo el tiempo. Necesito tomarme descansos, aunque nunca me gusta dejar de pintar del todo”, dice ella en una conversación con el músico Arto Lindsay. Para poder aprehender las consecuencias de esa intermitencia, la exposición se concentra justamente en las pinturas.
Paisagem carioca, 2000, acrílico sobre tela. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York Donación, The Bohen Foundation, 2001 |
Milhazes se considera a sí misma una pintora abstracta. “Múltiples elementos figurativos entran en los cuadros de Beatriz Milhazes, pero aparecen neutralizados en la relación con lo real que les ha servido de modelo. Las flores son motivos de flores, las frutas son motivos de frutas. Esa reducción a su forma general y la evacuación de su sustancia son, sin dudas, las que le permiten que el cuadro abstracto coopere con otras formas provenientes de la doxa decorativa”, analiza Frédéric Paul y agrega: “Su audacia para ahondar en registros censurados le otorga mayor pertinencia y singularidad a su camino: lo decorativo no sería suficiente para desacreditarla, le agrega exotismo”. En sus obras, Milhazes se atreve a citar el carnaval y el cotillón que lo acompaña, su amor por la bossa nova y las canciones de amor, entre otras referencias.
Para el curador de la exposición la pintura de Milhazes prescinde insolentemente de comentarios. “Tal vez sea por eso que deleita a los amateurs e irrita a quienes les resulta demasiado alegre, demasiado oprimente, demasiado colorida, demasiado visual, o demasiado… ¡pictórica! Pero la experiencia que procura puede merecer ser contada para mostrar a la vez su simpleza y su infinita complejidad”, concluye Frédéric Paul. La selección de cerca de 30 cuadros hace de "Panamericano. Beatriz Milhazes. Pinturas 1999-2012" una de las exposiciones más importantes de la artista a la fecha.