17 de octubre de 2019

La Colección Amalita presenta la exhibición "Rómulo Macciò. Crónicas de New York"


Curada por Florencia Battiti y con museografía de Juan José Cambre, la exposición presenta una selección de obras de la serie que realizó el artista hacia fines de los años ochenta y principios de los noventa en New York. Muchas de ellas, pertenecientes a colecciones privadas, serán exhibidas por primera vez en Argentina.

La curadora Florencia Battiti, el artista Juan José Cambre y el director artístico de la Colección Fortabat Germán Barraza
 
… "Macciò pintó ciudades, como la suya, Buenos Aires, y también otras que visitó o frecuentó durante  diferentes períodos. Y claro, Nueva York no podía dejar de ejercer su hechizo sobre él, un conjuro repleto de esplendores y miserias. Allí, entre idas y venidas, vivió casi tres años, hacia fines de los años ochenta y, nuevamente, a fines de los noventa. Casi puedo verlo, apoyándose contra la vidriera de alguna librería donde se vende La hoguera de las vanidades, la novela que Tom Wolfe publicó en 1987 y que pinta un fresco descarnado de la capital financiera del mundo, o deambulando de noche por P. J. Clarke’s, lamentándose de la velocidad con que la gentrificación transforma una bella ciudad en una fortaleza consumista. 
Nueva York ofició de escenario perfecto para que Macciò probase, una vez más, la enorme capacidad expresiva y narrativa que tiene la pintura.
 

"Sun and cold on Nassau Street", 1990, óleo sobre tela. Colección privada
 
(…) Y sin embargo, a pesar de las innumerables imágenes de Nueva York que se agolpan en nuestra memoria, esta serie logra resignificarlas a todas; en realidad, Macciò las utiliza conscientemente a veces, inconscientemente otras, las deglute, las fagocita para devolverlas frescas -recreadas- en sus propias obras.
(…) Se trata entonces de imágenes construidas, elaboradas a partir de una síntesis personalísima que, si bien parten de algunas ideas de la realidad, se alimentan también de la memoria y de toda la carga subjetiva que esta conlleva. Claro, también cuentan sus propias fotografías -que Macciò consideraba meros bocetos, a pesar de que se vendieran carísimas- y cualquier otro factor que pudiera aparecer en el hacer y que él considerase apropiado para deconstruir el cliché, para dinamitar el estereotipo de una metrópoli vista una y mil veces.
 

"Desde el Empire State", 1992, óleo sobre tela. Colección Amalita 
 
En este sentido, Mercedes Casanegra -quien se ocupó del derrotero de la Nueva Figuración pero también de la obra singular de Macciò- sostiene que sus pinturas no poseen una pretensión realista sino que su propósito es mucho más ambicioso: «Evocar, a través de la pintura, su cualidad misteriosa que es convertir a lo real en suprarreal, en una categoría que reside en el maravilloso puente entre lo visible y lo invisible». 
«Tengo la cabeza llena de pintura», le confesaba Macciò a Fernando García en una de las pocas entrevistas en las que no se lo percibe tan incómodo. «Pinto mucho en la cabeza. En la tela lo plasmo, pero nunca sale igual. Se va transformando. Nunca podés llevar la obra al ideal que soñaste.» 
Nunca sabremos cómo se vería ese ideal no alcanzado al que Macciò aspiraba llevar su obra pero quizás eso sea lo mejor. Al fin de cuentas, ¿qué vendría a ser una pintura ideal?, ¿la que se amoldó perfectamente a la idea? ¿La que no permitió que se colaran los desvíos? Fueron la fuerza, el dinamismo y los rotundos contrastes de la ciudad de Nueva York -con su capacidad de reunir lo mejor y lo peor del mundo, según sus propias palabras- lo que conmovía a Macciò, además del olor a cebolla frita, a imprenta, a cartón…
Hoy conmueve ver que estas obras siguen respirando vitalidad y que son el mejor testimonio de la máxima que el artista solía machacar: «En pintura, la pintura es lo más importante». Fragmento del texto del catálogo: "La cabeza llena de pintura", por Florencia Battiti.
  
"Bowery", 1989, acrílico sobre tela. Colección particular
 
"La pintura se muestra, no se dice. Es el arte del silencio. Se empieza tratando de no hacer lo que está hecho y en ese camino del libre juego de la imaginación no se sabe hasta dónde se puede llegar, ya que la pintura es una ciencia oculta, irracional; nace de un oscuro núcleo y no de conjeturas intelectuales. Me aburre absolutamente la conjetura en la pintura. Yo registro en mi conciencia temas de la realidad y luego los reflejo en la tela. La pintura nace en la cabeza, la mano ejecuta y el corazón le pone la emoción. Si hay poesía conmueve y si no la hay, no. Y eso es un milagro, no tiene explicación" expresaba Rómulo Macciò.

Pintor autodidacta, a los catorce años comenzó a trabajar en una agencia publicitaria. Fue director de arte en De Luca y luego en Walter Thompson. Se especializó en artes gráficas y realizó decoraciones y escenografías teatrales. Su primera exposición tuvo lugar en la galería Galatea de Buenos Aires en 1956.
En 1961 fue uno de los cuatro creadores del movimiento Nueva Figuración, una de las vanguardias más vitales de la pintura argentina. La obra de Macciò supo romper aquella falsa dicotomía entre abstracción y figuración, brindando una nueva mirada a la pintura abstracta al incorporar al hombre en ella. En su monumental obra, el ser humano es un motivo constante. 
Bohemio, temperamental, bon vivant e irreverente, Macciò es uno de los más importantes artistas de la segunda mitad del siglo XX en la Argentina. ciudadano del mundo, a lo largo de su vida residió en París, Madrid, Londres y Nueva York.
Realizó exposiciones individuales en salas y museos de París, Venecia, Milán, Roma, Barcelona, Bilbao, Madrid, Múnich, Colonia, Nueva York, Austin, México DF y La Habana. Fascinado por el bullicio y el desorden armonioso de Nueva York, a fines de los años ochenta decidió instalarse en esa ciudad.
 

Estableció su taller en Ann Street, en el Distrito Financiero, y frecuentó a muchos de los artistas residentes allí. En ese taller pintó gran parte de sus obras de la serie de New York, que luego expuso por primera vez en el Hôtel de Ville de París, entre octubre y diciembre de 1990 (Rómulo Macciò: Portraits de New York). 
A lo largo de su carrera Macciò recibió incontables distinciones. Entre las más destacadas están el Premio De Ridder en 1959, el Primer Premio Internacional del Instituto Torcuato Di Tella en 1963, el Guggenheim Award en 1964 y el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1967. Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia en 1968 y 1988, en la Bienal de París en 1969 y en la Bienal de San Pablo en 1963 y 1985.
Sus obras forman parte de las siguientes colecciones: The Solomon Guggenheim Foundation New York, Musée Royal d’Art Moderne de Bruselas, Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris, Musée Cantonal des Beaux-Arts de Lausana, Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, Blanton Museum of Art: The University of Texas de Austin, The Walker Art Center de Minneapolis, Museo de Bellas Artes de Caracas, Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Museum of the 20th Century de Viena y The Aldrich Contemporary Art Museum de Connecticut.

La muestra podrá visitarse desde el 17 de octubre de 2019 hasta el 23 de febrero de 2020, de martes a domingos de 12 a 20 hs. en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, Olga Cossettini 141, Puerto Madero, Buenos Aires, Argentina.
Valor de la entrada: tarifa normal de $140, tarifa reducida de $80 para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes. Miércoles: tarifa normal $80 y acceso gratuito para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes con acreditación.