Victoria Noorthoorn, directora del MAMBA, presenta la exhibición junto a los curadores del museo y artistas a la prensa
Esta es la primera exposición en el país realizada en colaboración con museos de seis provincias, con aportes de las más variadas colecciones de la Argentina. Curada por Javier Villa, curador senior del Museo, la exhibición recorre diversos motivos visuales que surgen en nuestra tierra y son, aún hoy, reelaborados a partir de un repertorio de formas, repeticiones y actualizaciones.
En la sala ampliada de la planta baja del Museo de Arte Moderno se presentan más de 250 obras realizadas por 97 artistas, que abarcan desde el siglo XVIII hasta la actualidad, provenientes de tres geografías distintas: la Pampa, el Litoral y el Noroeste argentinos. Sobre cada una de estas geografías se asientan tres ejes de investigación: la naturaleza, el cuerpo femenino y la violencia.
Julio Suárez Marzal. Centinela de piedra, 1942, óleo sobre tela Colección Museo Benito Quinquela Martín |
"Una historia de la imaginación en la Argentina" propone indagar sobre cómo perduran los cimientos sobre los que edificamos y demolemos la cultura y la política de nuestro país. También invita a preguntarnos qué nos pasa actualmente con conceptos como “tradición”, o cuál es la incidencia del arte en la historia nacional. ¿Se puede pensar en Prilidiano Pueyrredón, Cándido López o Eduardo Sívori como una tradición imaginativa que arrastramos, tributamos o desarmamos? O, más que una tradición de hombres-pintores de Buenos Aires, ¿se podría tejer un linaje de visualidades que surgen de la imaginación geográfica? “El pasado no se puede cambiar, pero la historia se puede imaginar y reformular para diseñar el futuro”, sostiene el curador, Javier Villa.
Prilidiano Pueyrredón. Tormenta en la pampa, c.1860, óleo sobre tela
Colección Museo Histórico Cornelio Saavedra
La PampaColección Museo Histórico Cornelio Saavedra
Se ingresa a la Pampa a través del mar. La llanura es la continuación de la inmensidad y, por lo tanto, su principal analogía. Así la describe Esteban Echeverría en las primeras líneas de La cautiva: girar en vano y no poder fijar el vuelo fugaz de la mirada, como se pierde el vuelo de un pájaro sobre el mar.
El mar contemporáneo de Santiago de Paoli que inicia la exposición presenta, sin embargo, dos puntos de anclaje: la luna y el sol, que podrían ser símbolo de lo femenino y lo masculino, como también de dos Pampas distintas. Por un lado, la Pampa plateada del nocturno, misteriosa, cargada de belleza pero también amenazante, creadora de formas nuevas y fantásticas a partir de aquello que no es visible a simple vista. Por el otro, la llanura dorada del sol abrasador, que se inicia con las pampas vacías de tres pintores históricos de este paisaje: Prilidiano Pueyrredón, Eduardo Sívori y Martín Malharro. Aquello que fosforecía durante la noche se vuelve hueso durante el día y la sombra, que en la oscuridad era monstruosa y acechante, es un ombú que refugia y alivia. Éste se erige en el llano como personaje protagónico de la imaginación: es el lugar del alto, de la payada y sus relatos, de la siesta y sus sueños.
Desde el ombú de Pueyrredón hasta la figura orgánica y tajeada de Fernanda Laguna, el personaje va hilvanando un linaje formal, transformándose a lo largo de las épocas.
Cesáreo Bernaldo de Quirós. Los degolladores, 1926, óleo sobre cartón Colección privada |
Si el mar inicia la deriva del personaje de María en el poema La cautiva, el ombú la cierra como su cementerio. Es el lugar donde se sepulta la figura femenina, que fue protagonista simbólica de la ocupación y división geopolítica de una de las regiones más fértiles de la Tierra. En la Pampa del pajonal, de la laguna y de lo horizontal, se eleva la figura vertical del árbol, que posteriormente deviene monumento. Ese anclaje simbólico tendrá, a su vez, su contrapartida material en la carne, atravesada por la violencia y la política.
La violencia del territorio se construye a partir de la analogía entre lo humano y lo animal, relación que se entreteje en las pinturas históricas de Bernabé Demaría, o que puede leerse en las dos analogías cristianas de San Huberto y San Sebastián sobre la tortura humana y animal utilizadas por Santiago García Sáenz y Luis Benedit. La Pampa es un territorio lleno de mataderos y osamentas, que aparecen en forma velada en las iconografías indígenas dentro de la pintura de Vicente Grondona o se vuelven una representación más directa sobre la violencia de las guerras civiles, como se ve en los degolladores de Cesáreo Bernaldo de Quirós o en el empalamiento del Chacho Peñaloza de Pablo Suárez. El facón es también una joya, hecha con cuero de animal o plata labrada. Las analogías entre lo humano y lo animal, el arma y la joya, dialogan hasta llegar a la abstracción formal en las obras de esta sección.
El litoral
Nos introducimos paulatinamente en el Litoral. El agua y la tierra comienzan a entremezclarse y la línea del horizonte ya no es tan aplastante, sino que juega y serpentea. La línea y los colores fluyen liberados para construir nuevas formas, como en las obras de Juan Grela y Aída Herrera, de María Laura Schiavoni y Claudia del Río. Son repetición y cambio, pasan de las curvas desbocadas a los planos dóciles; como el río, que no para, pero cambia de ritmo en su movimiento. Esa interconexión sin límites claros entre el agua y la tierra del paisaje litoraleño tiene su eco en cómo la figura humana, la flora y la fauna se entremezclan en las obras. Las distancias se acortan aún más al llegar a la selva misionera, donde ya casi no hay horizonte ni perspectiva que saquen a pasear la mirada.
Bajo esta presencia fuerte del río y de la tierra, aparecen dos tendencias. En obras como las de Cándido López, Santiago García Sáenz, Juan Pablo Renzi o Eduardo Favario, por un lado, la naturaleza se relaciona con una violencia social o política, directa o latente. Por el otro, cierta agresividad latente puede adquirir formas fantásticas, como en las obras de Leónidas Gambartes, Grela, Herrera, del Río, Fermín Eguía o Mauro Koliva. Tanto la selva que ofrece una inmersión fantástica, como la que despliega un escenario social y natural se combinan en la pintura que Florencia Bohtlingk desarrolló especialmente para la exposición, donde migraciones humanas contemporáneas emergen de las entrañas de la foresta. Son familias que bajan de Paraguay o de Brasil, serpenteando alrededor de hojas, loros y monos, como si fuesen un río humano que copia el color rojo de la tierra.
El Noroeste
A partir de la figura de la montaña, ineludible en el noroeste argentino, aparece una línea sintética que recuerda las iconografías precolombinas, traza paisajes y personajes, relata viejos mitos y construye nuevos. Es la línea rocosa de un color que se recorta sobre otro, o de un pico filoso y caprichoso que recorta el cielo. Es la línea que deja el agua al secarse o que existe hace milenios como marca geológica. A partir de la piedra y la tierra, tanto la materia como la técnica adquieren una presencia inevitable en esta zona. Las líneas de la montaña se vuelven olas abstractas en las obras de María Martorell, la piedra dura se convierte en un tapiz blando en la cordillera de Martha Forté o se vuelve maleable en las cabezas de Leonardo Iramain.
Entre los mitos relatados en esta parte de la exposición, se destaca el del Esteco, desarrollado en la obra de Guido Yannitto: una ciudad ostentosa arrasada por la ira de Dios -que se manifiesta en el terremoto y la inundación- y una mujer con su hijo en brazos, convertidos en piedra, que avanzan muy lentamente sobre la ciudad Salta, que será destruida ante su llegada. A partir de esta figura y la de la virgen de la montaña, la exposición retorna al cuerpo femenino y su relación con el territorio y la naturaleza.
La cautiva
Una historia de la imaginación en la Argentina finaliza su recorrido al retornar a la Pampa húmeda de la cautiva. La forma del cuerpo femenino comienza a liberarse en los dibujos de Raquel Forner y Elda Cerrato, asume figuras híbridas orgánicas e inorgánicas en los retratos de Ilse Fuskova y Liliana Maresca, para llegar a la actualidad como una imagen más allá de los géneros, que desarma definitivamente las formas heredadas en busca de nuevas visualidades. En la obra de Florencia Rodríguez Giles, la reunión de cuerpos andróginos en el humedal invierte la construcción de “orden restituido” que nos había legado La cautiva, para volver a la bacanal como escena originaria de un nuevo “nosotros”, escribe Javier Villa. Y continúa: “Desde este espacio imaginario podrían surgir nuevas formas de pensar la comunidad y la política”.
Raquel Forner. La torre de Babel, 1947, óleo sobre tela colección Fundación Forner-Bigatti |
Roberto Aizenberg, Nicanor Aráoz, Juan Batlle Planas, Eugenia Belin Sarmiento, Luis Benedit, Cesáreo Bernaldo De Quirós, Antonio Berni, Martín Blaszko, Florencia Bohtlingk, Jules Boilly, Fernando Brambila, Mildred Burton, Horacio Butler, Eudoro Carrasco, Juan Carlos Castagnino, Elda Cerrato, Gertrudis Chale, Laura Códega, Nora Correas, Adolfo D´Hastrel, Enrique De Larrañaga, Walter De Navazio, Santiago De Paoli, Claudia Del Río, Bernabé Demaría, Josefa Díaz y Clucellas, Diana Dowek, Matías Duville, Fermín Eguía, Franco Fasoli, Eduardo Favario, Augusto Ferrari, Raquel Forner, Marta Forté, Ilse Fusková, Leónidas Gambartes, Carlos Luis "Pajita" García Bes, Santiago García Sáenz, Carlos Gualberto Giambiagi, Max Gómez Canle, Modesto González, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Juan Grela, Denise Groesman,
Liliana Maresca. Sin título Liliana Maresca con su obra, fotografía de Marcos López, 1983, fotoperformance. Archivo Liliana Maresca |
Daniel Santoro. Victoria Ocampo observa la vuelta del malón, 2011, óleo sobre tela. Colección Jozami
Esta exposición permanecerá hasta el 27 de octubre de 2019 y se puede visitar los días lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19 hs. y los sábados, domingos y feriados de 11 a 20 hs. en Avenida San Juan 350, Buenos Aires, Argentina. Martes cerrado. Entrada general: $50.