Este sábado 14 de noviembre la Casa Fernández Blanco, -ubicada en Hipólito Yrigoyen 1420, a metros del Congreso- inaugura la muestra "En busca del tiempo perdido. Un recorte de vida cotidiana 1880-1910", que formará parte del recorrido de La Noche de los Museos.
La muestra permanecerá abierta los sábados y domingos de noviembre y diciembre de 2009, de 11 a 17 horas.
Las imágenes que integran esta muestra han sido seleccionadas y copiadas del fondo fotográfico del Museo de Arte Hispanoamericano y tienen, entre otros, el propósito de recrear un mundo del cual la Casa Fernández Blanco formó parte fundamental.
Hoy, la mayoría de estos testimonios de vida cotidiana han mutado sensiblemente o desaparecieron para siempre.
Pronto, la restauración de esta casa devolverá a la Ciudad de Buenos Aires una pequeña porción de aquel momento en que todos pensaron que los sueños de progreso sin límites podían ser realidad.
En 1900, la mitad de la población de Buenos Aires era extranjera y desde dos décadas atrás, el arribo sistemático de contingentes ultramarinos no había cejado. Sólo se redujo brevemente durante las dos guerras mundiales, floreció en los períodos de posguerra y se apagó poco a poco, pasada la mitad del siglo XX.
Un flujo más silencioso, pero sostenido, afluía de los países limítrofes o abandonaba el castigado interior del país en búsqueda de una mejor oportunidad en la capital. Desde entonces, las voces, los oficios, las comidas, las luchas sociales y sus legítimos reclamos no serían los mismos, y el inmigrante, aunque nunca fue considerado parte de la historia nacional oficial, se constituyó en el anónimo y multitudinario actor de la Argentina moderna.
La muestra permanecerá abierta los sábados y domingos de noviembre y diciembre de 2009, de 11 a 17 horas.
Las imágenes que integran esta muestra han sido seleccionadas y copiadas del fondo fotográfico del Museo de Arte Hispanoamericano y tienen, entre otros, el propósito de recrear un mundo del cual la Casa Fernández Blanco formó parte fundamental.
Hoy, la mayoría de estos testimonios de vida cotidiana han mutado sensiblemente o desaparecieron para siempre.
Pronto, la restauración de esta casa devolverá a la Ciudad de Buenos Aires una pequeña porción de aquel momento en que todos pensaron que los sueños de progreso sin límites podían ser realidad.
En 1900, la mitad de la población de Buenos Aires era extranjera y desde dos décadas atrás, el arribo sistemático de contingentes ultramarinos no había cejado. Sólo se redujo brevemente durante las dos guerras mundiales, floreció en los períodos de posguerra y se apagó poco a poco, pasada la mitad del siglo XX.
Un flujo más silencioso, pero sostenido, afluía de los países limítrofes o abandonaba el castigado interior del país en búsqueda de una mejor oportunidad en la capital. Desde entonces, las voces, los oficios, las comidas, las luchas sociales y sus legítimos reclamos no serían los mismos, y el inmigrante, aunque nunca fue considerado parte de la historia nacional oficial, se constituyó en el anónimo y multitudinario actor de la Argentina moderna.