54-11 nace como un grupo de discusión. Seis artistas comienzan a reunirse en un viejo taller del barrio Almagro para intercambiar ideas acerca de los proyectos de cada uno. La afinidad entre ellos no se establece a partir de la “obra”, de lo producido, sino en la concepción acerca de los modos del hacer. Del hacer arte como una práctica que involucra indisolublemente el pensamiento y el diálogo crítico.
La segunda afinidad fundamental surge en medio de la experiencia. El taller donde se encuentran había servido para la fabricación de repuestos de camiones. Una pesada cortina metálica lo separa de la calle. Un montacargas conecta la planta baja con un sótano plagado de recuerdos industriales. Por todos lados se ven, y se sienten, los restos de una atmósfera anterior. De a poco, los proyectos van perdiendo abstracción y comienzan a situarse en su propio contexto de emergencia. Es allí donde surge como proyecto colectivo la ocupación artística de un espacio específico. 54-11 es lo local visto desde afuera. Mostrar esta experiencia a otros implica asumir el desafío de que no todos los matices de un proceso, que excede a la mera producción de objetos artísticos, puedan resultar comunicables.
La segunda afinidad fundamental surge en medio de la experiencia. El taller donde se encuentran había servido para la fabricación de repuestos de camiones. Una pesada cortina metálica lo separa de la calle. Un montacargas conecta la planta baja con un sótano plagado de recuerdos industriales. Por todos lados se ven, y se sienten, los restos de una atmósfera anterior. De a poco, los proyectos van perdiendo abstracción y comienzan a situarse en su propio contexto de emergencia. Es allí donde surge como proyecto colectivo la ocupación artística de un espacio específico. 54-11 es lo local visto desde afuera. Mostrar esta experiencia a otros implica asumir el desafío de que no todos los matices de un proceso, que excede a la mera producción de objetos artísticos, puedan resultar comunicables.