El Museo Isaac Fernández Blanco presenta al público testimonios del arte gráfico postal de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, así como de la práctica cultural del intercambio epistolar. Se exhiben más de 900 tarjetas pertenecientes a la colección de Mabel y María Castellano Fotheringham con la curaduría de Patricio López Méndez.A partir de la adolescencia, Mabel y María han coleccionado objetos bellos con cuidado criterio estético pero, por sobre todas las cosas, con la intención de sumar con ellos pequeños retazos de nuestra historia. El propósito fundamental de sus donaciones al Museo Fernández Blanco ha sido siempre que esos “retazos” permanezcan entre nosotros y, así como ellas han disfrutado al hallarlos y protegerlos, nuevas generaciones tendrán la misma oportunidad en el futuro.
Buena parte de la producción postal decimonónica era consumida por hombres y mujeres sin distinción, sin embargo, determinadas series estaban claramente destinadas a un público particular y representaban los temas y valores expectables en las niñas que pronto serían esposas y madres.
Los misales, en riguroso latín, eran el complemento indispensable para seguir el oficio religioso, estar al tanto del calendario de santos y celebraciones litúrgicas de la iglesia católica y guardar entre sus hojas las “estampitas”. Bajo este nombre genérico se comprendían las pequeñas piezas gráficas editadas en conmemoración de un bautismo, una primera comunión, una misa de cuerpo presente o la celebrada por el aniversario de difunto.
No sin cierta hipocresía, para la sociedad victoriana, cantantes, bailarinas y cupletistas como Carolina Otero, más conocida como “la bella Otero”, Cleo de Mérode, amante de Leopoldo II de Bélgica, o actrices de la categoría de Sarah Berhardt y Lilly Langtry, representaban el patrón de elegancia y belleza a emular sin desmedro de su manifiesta moral licenciosa. Estos bellos ángeles de perversión, con un discreto manejo de sus “pródigos y exclusivos clientes”, amasaron fama y fortunas considerables mientras sus encantos lo permitieron para luego perderse, salvo honrosas excepciones, entre las sombras de la pobreza, la locura o el olvido.
Los mismos adelantos técnicos del gofrado utilizado en la gráfica postal se trasladaron a la publicidad comercial en formato de cromos de gran tamaño para colocar en las vidrieras, para llevar a las casas junto a un calendario o para producir abanicos plegables de cartón. Los mismos podían aludir o no al producto o comercio promocionado pero definitivamente apuntaban a un público femenino concebido como el de mayor consumo en el mercado.
Al italiano Benito Panuzzi se le atribuye el primer álbum de vistas de Buenos Aires editado en el país hacia 1865 y dos años después, impreso por Guillermo Kraft, el “Álbum de vistas y costumbres de Buenos Aires”.
La exhibición "Recuérdame por siempre" permanecerá abierta al público en general desde el miércoles 23 de abril hasta el 8 de junio en la sede del Museo, Suipacha 1422 (entre Arroyo y Av. del Libertador). Horario de visita: martes a domingos de 14:00 a 19:00 hs. Lunes cerrado. Entrada general: $1. Jueves gratis.
El intercambio epistolar fue una de las prácticas más singulares del siglo XIX. Desde una pequeña esquela entregada en mano, hasta maravillosas piezas literarias, fluyeron a través de la estafeta postal o un simple buzón en una esquina, las largas cartas, los breves saludos de felicitación o condolencia, la necesidad de concertar una cita o reafirmar un afecto.
De flores, lazos y amorcillos.Los misales, en riguroso latín, eran el complemento indispensable para seguir el oficio religioso, estar al tanto del calendario de santos y celebraciones litúrgicas de la iglesia católica y guardar entre sus hojas las “estampitas”. Bajo este nombre genérico se comprendían las pequeñas piezas gráficas editadas en conmemoración de un bautismo, una primera comunión, una misa de cuerpo presente o la celebrada por el aniversario de difunto.
No sin cierta hipocresía, para la sociedad victoriana, cantantes, bailarinas y cupletistas como Carolina Otero, más conocida como “la bella Otero”, Cleo de Mérode, amante de Leopoldo II de Bélgica, o actrices de la categoría de Sarah Berhardt y Lilly Langtry, representaban el patrón de elegancia y belleza a emular sin desmedro de su manifiesta moral licenciosa. Estos bellos ángeles de perversión, con un discreto manejo de sus “pródigos y exclusivos clientes”, amasaron fama y fortunas considerables mientras sus encantos lo permitieron para luego perderse, salvo honrosas excepciones, entre las sombras de la pobreza, la locura o el olvido.
Los mismos adelantos técnicos del gofrado utilizado en la gráfica postal se trasladaron a la publicidad comercial en formato de cromos de gran tamaño para colocar en las vidrieras, para llevar a las casas junto a un calendario o para producir abanicos plegables de cartón. Los mismos podían aludir o no al producto o comercio promocionado pero definitivamente apuntaban a un público femenino concebido como el de mayor consumo en el mercado.
Al italiano Benito Panuzzi se le atribuye el primer álbum de vistas de Buenos Aires editado en el país hacia 1865 y dos años después, impreso por Guillermo Kraft, el “Álbum de vistas y costumbres de Buenos Aires”.
La exhibición "Recuérdame por siempre" permanecerá abierta al público en general desde el miércoles 23 de abril hasta el 8 de junio en la sede del Museo, Suipacha 1422 (entre Arroyo y Av. del Libertador). Horario de visita: martes a domingos de 14:00 a 19:00 hs. Lunes cerrado. Entrada general: $1. Jueves gratis.