“Hay una isla en pleno corazón de Buenos Aires, una casa que alberga el arte y un jardín con un espejo de agua. Allí se detuvo el tiempo. El aprecio por el arte es tradición en la Argentina y, desde fines del siglo XIX hasta principios del XX, los coleccionistas de la sociedad criolla abrían sus casas con afán didáctico. En esa época surgió además el gusto por las calles, plazas y parques arbolados y los jardines florecidos que hoy embellecen a Buenos Aires. La visión conjunta del arte y la naturaleza moviliza impresiones sensoriales intensas y estimula la sensibilidad.
Las aficiones botánicas del misionero Andrés Paredes configuran obras donde la estética se cruza con la ciencia. El entramado de la selva ocupa el interior luminoso de una caja blanca donde, con la pericia de un entomólogo, el artista dispuso mariposas amarillas de su tierra natal. Sus ondulantes maderas caladas emulan la vegetación y se desplazan entretanto con la libertad de un gesto poético, hacia los muros exteriores.
Las luces y sombras del follaje de los árboles ostentan la armonía de la naturaleza; no se divisa el horizonte desde el jardín, pero se adivina.
Las luces y sombras del follaje de los árboles ostentan la armonía de la naturaleza; no se divisa el horizonte desde el jardín, pero se adivina.
'Construyendo el sueño de la vuelta' se titulan los barcos de Alberto Bastón Díaz que, realizados en hierro y papel de diario, avivan recuerdos de la infancia. Sus esculturas aparecen varadas en un astillero, pero despiertan la evocación de todos los puertos y buques que habitan nuestra memoria.
En plena primavera, la belleza del jardín potencia la belleza del arte. Rogelio Polesello nos ha dejado la lección de un maestro: una figura suavemente redondeada de un color cobre incomparable se curva sobre sí misma con aerodinámica gracia. Luego, con las tonalidades del arcoíris el artista pintó las transparencias y reflejos de sus esculturas de acrílico, y así configura un cuadro que es una reflexión sobre su propia obra. En la misma línea abstracta y con aparente simplicidad, Natalia Cacchiareli traza una serie de rombos. El color es protagonista. Después de estudiar la paleta de Monet y de varios contemporáneos, Cacchiareli incorporó el amarillo y los tonos tierra que nunca había usado, realizó pruebas y más pruebas y hoy estrena sus nuevos colores.
El predominio tecnológico de la vida actual provoca reacciones diversas, algunos artistas incorporan estos avances mientras otros salen a buscar valores estéticos del pasado. En los paisajes de Vicente Grondona los ritmos provienen del viejo Impresionismo. Si bien sus paisajes son monocromáticos, reiteran, con su pincelada alucinada y también exasperada, la agitación de una naturaleza palpitante. Federico Villarino utiliza por su parte, el paisaje como base o fondo de sus abstracciones, el verdadero motivo de la obra. Las imágenes de los bosques poseen su propio carácter y una identidad autónoma, pero sobre ellos flotan, ingrávidas como naves en el espacio, las estructuras geométricas.
Al igual que los pintores viajeros que visitaban tierras exóticas y regresaban con sus estudios y apuntes, Santiago Gasquet se internó en el universo de las enciclopedias botánicas y de allí volvió con las imágenes icónicas de unas plantas medicinales. La nítida objetividad de estos dibujos se contrapone al barroquismo excesivo de sus bellísimas plumas, también representativas de lo lejano y distante.
Vivencias, experiencias, ideas y visiones; miedos y deseos; ensoñaciones y creencias, afloran en los lienzos de Máximo Elizondo. En sus pinturas es posible rastrear vertientes estéticas que se cruzan. Hay un cuadro rojo con la potencia dramática del expresionismo, pero hay, también, imágenes alegres y juguetonas influenciadas por el comic, el salvajismo de El Aduanero Rousseau y los primitivos. Sin prejuicios, Elizondo se afianza en lo propio.
La fragilidad de un pequeño ciervo está presente en la escultura de Desirée De Ridder. A través del encanto y la seducción que ejercen sus piezas de cerámica esmaltada, De Ridder invita a preservar la naturaleza en riesgo de extinción. ¿Arte político? Sí. Pero lejos de los discursos altisonantes. La elocuencia de las esculturas reside en la capacidad de punzar el sentimiento.
La silueta estilizada y casi abstracta de un inmenso pájaro rojo irradia su energía en el jardín. Pablo Dompe oscila entre la figuración y la abstracción y sus esculturas de mármol revelan la intensa relación que establece con la naturaleza del material. Su obra trae gratas resonancias de las grandes obras que habitan los museos y depara la experiencia de la llamada “persistencia del arte antiguo”. El arte no se resigna a perder su pasado.
María Noel intervine con gesto sensible y distintas técnicas las páginas de un Catálogo Razonado de Chardin, una edición numerada en papel Madagascar, publicada en Paris en 1937. El papel impreso arrastra su propia historia y cierta melancolía. Fue un noble documento artístico. Noel superpone sus manuscritos de puño y letra y unas pinceladas expresivas, en las mismas páginas transcribe “Two English Poems” de Borges. De este modo, con su hermosa escritura y su arte, agrega capa sobre capa de intensa significación.
Las pinturas de Gilda Picabea poseen curvas que se deslizan y giran veloces alrededor de un eje mientras otras se fragmentan. Los verdes se conjugan con los amarillos y las abstracciones se resuelven en la energía de un gran acorde. La obra se acerca a la música.
Con tinta negra, el pulso firme y un corazón amable, Máximo Pedraza pinta un partido de golf. Las peripecias del juego son, como sugiere el artista, metáfora de la vida misma; el obscuro campo de juego es el mundo y, la condición nocturna del paisaje, profundiza la significación del planteo existencial.
El collage de materiales de Dalia Alvarez Kaireles (aluminio, vidrio, madera, acrílico arenado y anodizado) brilla como una joya. La pieza cuelga de la pared, es abstracta y tiene un bajorrelieve densamente elaborado donde contrastan las opacidades y los reflejos. Las redondeces rodeadas de acrílicos cumplen la función de una guarda decorativa.
En plena primavera, la belleza del jardín potencia la belleza del arte. Rogelio Polesello nos ha dejado la lección de un maestro: una figura suavemente redondeada de un color cobre incomparable se curva sobre sí misma con aerodinámica gracia. Luego, con las tonalidades del arcoíris el artista pintó las transparencias y reflejos de sus esculturas de acrílico, y así configura un cuadro que es una reflexión sobre su propia obra. En la misma línea abstracta y con aparente simplicidad, Natalia Cacchiareli traza una serie de rombos. El color es protagonista. Después de estudiar la paleta de Monet y de varios contemporáneos, Cacchiareli incorporó el amarillo y los tonos tierra que nunca había usado, realizó pruebas y más pruebas y hoy estrena sus nuevos colores.
El predominio tecnológico de la vida actual provoca reacciones diversas, algunos artistas incorporan estos avances mientras otros salen a buscar valores estéticos del pasado. En los paisajes de Vicente Grondona los ritmos provienen del viejo Impresionismo. Si bien sus paisajes son monocromáticos, reiteran, con su pincelada alucinada y también exasperada, la agitación de una naturaleza palpitante. Federico Villarino utiliza por su parte, el paisaje como base o fondo de sus abstracciones, el verdadero motivo de la obra. Las imágenes de los bosques poseen su propio carácter y una identidad autónoma, pero sobre ellos flotan, ingrávidas como naves en el espacio, las estructuras geométricas.
Al igual que los pintores viajeros que visitaban tierras exóticas y regresaban con sus estudios y apuntes, Santiago Gasquet se internó en el universo de las enciclopedias botánicas y de allí volvió con las imágenes icónicas de unas plantas medicinales. La nítida objetividad de estos dibujos se contrapone al barroquismo excesivo de sus bellísimas plumas, también representativas de lo lejano y distante.
Vivencias, experiencias, ideas y visiones; miedos y deseos; ensoñaciones y creencias, afloran en los lienzos de Máximo Elizondo. En sus pinturas es posible rastrear vertientes estéticas que se cruzan. Hay un cuadro rojo con la potencia dramática del expresionismo, pero hay, también, imágenes alegres y juguetonas influenciadas por el comic, el salvajismo de El Aduanero Rousseau y los primitivos. Sin prejuicios, Elizondo se afianza en lo propio.
La fragilidad de un pequeño ciervo está presente en la escultura de Desirée De Ridder. A través del encanto y la seducción que ejercen sus piezas de cerámica esmaltada, De Ridder invita a preservar la naturaleza en riesgo de extinción. ¿Arte político? Sí. Pero lejos de los discursos altisonantes. La elocuencia de las esculturas reside en la capacidad de punzar el sentimiento.
La silueta estilizada y casi abstracta de un inmenso pájaro rojo irradia su energía en el jardín. Pablo Dompe oscila entre la figuración y la abstracción y sus esculturas de mármol revelan la intensa relación que establece con la naturaleza del material. Su obra trae gratas resonancias de las grandes obras que habitan los museos y depara la experiencia de la llamada “persistencia del arte antiguo”. El arte no se resigna a perder su pasado.
María Noel intervine con gesto sensible y distintas técnicas las páginas de un Catálogo Razonado de Chardin, una edición numerada en papel Madagascar, publicada en Paris en 1937. El papel impreso arrastra su propia historia y cierta melancolía. Fue un noble documento artístico. Noel superpone sus manuscritos de puño y letra y unas pinceladas expresivas, en las mismas páginas transcribe “Two English Poems” de Borges. De este modo, con su hermosa escritura y su arte, agrega capa sobre capa de intensa significación.
Las pinturas de Gilda Picabea poseen curvas que se deslizan y giran veloces alrededor de un eje mientras otras se fragmentan. Los verdes se conjugan con los amarillos y las abstracciones se resuelven en la energía de un gran acorde. La obra se acerca a la música.
Con tinta negra, el pulso firme y un corazón amable, Máximo Pedraza pinta un partido de golf. Las peripecias del juego son, como sugiere el artista, metáfora de la vida misma; el obscuro campo de juego es el mundo y, la condición nocturna del paisaje, profundiza la significación del planteo existencial.
El collage de materiales de Dalia Alvarez Kaireles (aluminio, vidrio, madera, acrílico arenado y anodizado) brilla como una joya. La pieza cuelga de la pared, es abstracta y tiene un bajorrelieve densamente elaborado donde contrastan las opacidades y los reflejos. Las redondeces rodeadas de acrílicos cumplen la función de una guarda decorativa.
Dora Isdatne presenta su obra en un cubo de cristal abierto al cielo en medio del living. Así mismo parodia lo natural con sus bosques, frutos y semillas artificiales.
Lo falso no pretende confundirse con lo verdadero sino destacar la función del artificio ornamental.
Los diseños de Poggio se adaptaron con facilidad a la arquitectura neutra de la casa que mira al jardín. Las formas en permanente expansión de la naturaleza y el arte coinciden e induce esforzarse para “ver”, en el sentido más amplio del término."
Lo falso no pretende confundirse con lo verdadero sino destacar la función del artificio ornamental.
Los diseños de Poggio se adaptaron con facilidad a la arquitectura neutra de la casa que mira al jardín. Las formas en permanente expansión de la naturaleza y el arte coinciden e induce esforzarse para “ver”, en el sentido más amplio del término."