Colección Amalia Lacroze de Fortabat presenta la exhibición “El arte es un misterio. Los años 90 en Buenos Aires” con curaduría de Francisco Lemus.
Germán Barraza -director artístico de la Colección Fortabart- y Francisco Lemus -curador de la muestra |
Martín Di Girolamo. La soledad de Steffie, 1993, óleo sobre tela. Propiedad del artista |
Marcelo Pombo. Sin título, 1987-1988. Esmalte sintético sobre madera con incljusiones calcáreas y velcro. Colección Brun Cattaneo |
Sergio Avello. Sin título, 1989-2022. 80 cuadrados de papel enmarcados con vidrio y varilla de 8 x 8 cm c/u. Reconstrucción realizada por Daniel Joglar |
A medida que estas transformaciones se desplegaron, el vih avanzaba sobre los cuerpos. Se creaba con intensidad, mientras se despedían amigos y amantes. La belleza y el goce se mezclaron con la muerte. La subjetividad atravesó todo: las imágenes recurrentes, las operaciones estéticas, el discurso y los modos de agruparse. Lo personal adquirió una jerarquía inédita en la representación. Esto no significó una retirada de la política, sino el ingreso de la micropolítica como forma auténtica de ordenar los signos de una época.
A través de diferentes núcleos, esta exposición esboza un panorama del arte argentino de los años noventa. Más allá de los espacios emblemáticos, se suman recorridos y cuestiones que se han escurrido de las primeras escrituras sobre el arte del período. La idea es dar cuenta de una escena diversa, integrada por artistas innovadores, laboriosos y excéntricos que ejercieron la diferencia tanto en el terreno del arte como en la construcción plural de la identidad.
El arte de los años noventa generó debates y posiciones antagónicas. Al día de hoy se presenta una sospecha acerca de su legitimidad como una experiencia propia del arte contemporáneo. La mirada de las instituciones de los países centrales parece no comprenderlo porque se distancia de la posición subalterna que ha definido al arte latinoamericano. No es un arte que verifique su época por medio de la protesta, pero sí da cuenta de su sensibilidad y del sentido de comunidad del cual emergió.
En una escena en crecimiento y profesionalizada, se pudieron afianzar las relaciones con lo más próximo, se conformó una trama en la que los artistas comenzaron a apropiarse del paisaje cultural de su tiempo sin la habitual correspondencia con las agendas internacionales. Las obras poseen diferentes características, no hay un relato homogéneo que las unifique, pero responden de manera genuina a las condiciones en las que se podía hacer arte en Buenos Aires.” Francisco Lemus.
Jorge Gumier Maier. Sin título, 1992. Acrílico sobre madera calada. Colección Raúl Naón |